Es Rogelio
Sinán sin duda el panameño que mas ha
aportado, aunque no lo sepamos, a
nuestras vidas. Este presente, culturalmente hablando, sería imposible sin enumerar los hechos de su
vida y sus logros, conseguidos en una hoja de servicio incuestionable.
Aportó al
país, bien se sabe, como autor de más de
una decena de títulos que expresan el pensar y el sentir de su época. Fue uno
de los fundadores del teatro panameño y,
por si fuera poco, es el icono más importante de la dramaturgia dirigida a los
niños. Sirvió como docente, diplomático, funcionario público, siempre en
busca de la excelencia del servicio a su comunidad.
En este acto
nos vuelve a convocar para que, no solo no le olvidemos, sino para que dediquemos tiempo para
recordarle. En ese ejercicio de memoria colectiva el maestro David Vega
honra su nombre al honrar al maestro en
la tela que develaremos.
Al arte se
llega por caminos imaginarios, por ventanas cerradas, por abismos viscerales.
En esta
materia el que mira se deja decir lo que quiere sentir. El artista en este caso, ha mirado por
nosotros, que vendría a ser como mirar dos veces, el paso de Sinán por la vida
terrenal: su ritual creativo y su afán por estrenar mundos, inventar universos
desde una isla, isla mágica en fin de cuentas para celebrar la perseverancia
del más grande escritor de nuestra tierra.
David Vega
siente, mira y dice, en un lenguaje donde el color es una excusa para trazar
las formas, arrancándole argumentos a la naturaleza humana.
En este caso
hace un homenaje a la humana rareza de
un inventor de prodigios y ficciones; un
degustador de metáforas y cuentos… De
eso se hace el arte, es la lógica de lo humano y lo divino del absurdo.
Construyo una
catedral o siembro un árbol que no voy a disfrutar plenamente, pero siembro el
templo, construyo el árbol por fe, por convicción. Porque lo que hacemos en
esta vida, en final de cuentas lo hacemos para los demás, lo hacemos para Dios.
El artista
conoce de rutas, las encrucijadas, y cuando se percata de la desorientación del
animal humano traza mapas inventa brújulas de inexactitudes, dibuja una rosa
náutica traslucida como quien pone piedras para encontrar el camino de vuelta.
Y el aquí y el ahora es el tiempo para
encontrarnos.
La tela quiere
simbolizar de manera sencilla, porque sentida es la propuesta plástica, los referentes
que signaron la vida del Maestro: su isla de las flores, cuyo terruño acunó sus
primeras inquietudes, como lo expresa en su obra magna: La isla mágica.
La percepción
de la imagen: el dolor de ver crecer, la alegría de creer, la agonía de querer,
el deber de amar… cada flor quiere ser un guiñó a la ternura transfigurada en
el atuendo tradicional. La majestad de
la patria desnuda y vuelta a vestir de un solo tris por el mago que bien la
quiso. Quiere el mural de Vega entregar a esta generación su visión de belleza, su visión de fe una obra
de arte hecha desde el arte.
En la Universidad
Tecnológica de Panamá se sabe bien que la ciencia y la tecnología deben estar
al servicio de lo humano y que la cultura no riñe para nada con sus hallazgos.
Aquí estarán
los referentes que fundamentaron la obra de Sinán: Bocaccio, Pirandelo, Dante. También las alucinaciones, por no
decir que los sueños, de un artista que nos quiere hacer soñar mas allá de las
letras, mas allá de estas palabras…
En este mural
el Panamá del futuro se podrá mirar en presente para honra y gloria de nuestra
generación.
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