Desde los ojos de Cervantes Don Quijote interroga el
horizonte
y te piensa Maestro; lo comprende y te siente camarada;
lo trasciende y te cree eterno.
Un Rocinante victorioso cruza el Campus
este agosto oloroso a centenario
a sueño maduro, a bandera amorosa
a casa creciendo como flor de invernadero.
Sancho escucha a la jauría
y tiende puentes de verdad para callarla
para que la espuma no suba al cielo
y tu nombre OCTAVIO vuelve al camino trocado en adarga.
La piedra se hizo forma, lo humano trazó líneas al
cemento
y las escuelas abrieron sus puertas para nombrarte
de par en par y sin par.
Las ventanas solidarias de esta casa,
inconclusa
todavía, saludan la libertad de estar presentes
y abiertas al pensamiento, a la consigna Rector unánime
de las ideas.
Aún no aprendemos a vivir el Juramento
ni a sentir el país como algo nuestro
a prescindir de la luz como alimento
Maestro, su edad se queja entre pistolas y
contradicciones.
Su tiempo pacta con el presente
y celebra el recuerdo con un ceremonial de venenos y de
espadas.
Si usted viera todas las iras de los inquisidores
apuntan sin tregua
a la Colina, sin sosiego.
Tu súbito Centenario ha llegado a nosotros
a tientas y gimiente Padre Mayor
y tu osamenta es fundamento y mesa de tolerancia.
Nos hacen falta tus manos prodigas de respuestas y
caminos
requerimos (precisamos) de tu don
para concebir (imaginar) el futuro como certeza
no sabemos Capitan las coordenadas de tu cosmos
y la brujula se desorienta a la hora de la siembra o de
la siega
si tan sólo comprendieramos el amor como tu lo concebías
y alzaramos como bandera el corazón
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