El nuevo testamento, particularmente los 28 capítulos de Mateo es material propicio para resolver cualquier causa interior, o pesadilla despierta de las malas noticias, que me pudieran molestar. Desde las bienaventuranzas y el repaso de los Diez Mandamientos y el Padre Nuestro y la declaración de lealtad: “ninguno puede servir a dos señores…” el Apóstol suma sabiduría hecha sí, de metáfora y de imágenes de ese Maestro oral que fue Jesús, pero con un lenguaje tan sencillo que toca fondo si pretendiéramos leer con fruición.
“Bástale a cada día su propio afán”. “Buscad primero el reino de dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura”. El verso, que me apasiona como doctrina de vida, es el primerísimo del capitulo siete. Allí se emplea a fondo el Maestro y me dice acerca de cómo relacionarme con mi prójimo. Claro que regaña, se supone que me está aleccionando. En una lectura que es síntesis de sabiduría: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Con eso debería bastar.
Viene esta cuasi digresión, pero sincera, a confrontar algunos hechos que acontecen a la población: uno que nos ahoga: la basura; otro que nos tiene como el suplicio de Tántalo, que está con el agua hasta el cuello, pero no puede beber y, la abyecta y degradante acción de condenar a la hoguera a siete jóvenes que ya purgaban sus penas, que se convierten, sin quererlo, en mártires de un sistema carcelario caduco.
La insensatez de unos pocos ha provocado que nos miremos de reojo cuando tocamos el tema. He encontrado gente que quiere saber cuáles son los delitos de los muchachos, solo para ver si cabe la severidad del castigo. Y más ¿Cuando esos pelaos matan o roban quién nos defiende? Por supuesto que hay otro grupo que deplora las acciones. El asunto es que eso no debió suceder nunca y punto.
Depende de cómo miremos… Mateo dice: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así es que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”.
Por estos días una lectura como esta pudiera hacernos pensar con mansedumbre y tolerancia mientras esperamos justicia: “Porque nada hay encubierto que no haya de descubrirse; ni oculto que no haya de saberse. Por tanto todo lo que habéis dicho en tiniebla, a la luz se oirá; y lo que habéis hablado en los aposentos se proclamará en las azoteas”.
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