Hace algunos años, cuando los medios
tecnológicos iniciaban su furor, se acortaron distancias. Se dio el fenómeno de
la comunicación inmediata y los enamoramientos vía satélite no se hicieron
esperar. No recuerdo los nombres de los dispositivos pero funcionaban a tal
punto que de Panamá se fueron algunas féminas tras sus príncipes azules o los
príncipes y, a veces hasta ogros, llegaron al país a buscar a la suya… Sé de
algunos casos, y han vivido felices hasta ahora. Algunos, algunas estuvieron de
vuelta, a la vuelta de los años. La motivación, sino de todos, de la mayoría,
era la soledad o el hecho de que los prospectos del patio no eran suficiente.
Desde aquellos noventas hasta ahora ha
nacido mucha gente y otras tantas han partido pero, el hecho incontrovertible
de esa necesidad, del otro, sobrevive a los adminículos de entonces y contamos
ahora con “la nube” y el blog, el sitio web, el twitter, el facebook, por
supuesto y otro montón de macalusias para estar conectados con centenares de
personas que en realidad no conocemos. Si antes se mentía sobre el “perfil” hoy
se hace un ejercicio de exhibicionismo que raya con lo obsceno, en no pocos
casos.
Y todo es porque estamos solos en medio
de la plaza, ese sentimiento apabullante que muy pocos saben torear. Es un
sentimiento de aislamiento doloroso motivado por el miedo a relacionarse; el
miedo a vivir en la vida real; el miedo a darnos cuenta de que el vecino está
ahí. Buscamos como desesperado la opinión del otro para apropiárnosla, ni
siquiera ejercemos un pensamiento propio. Las novedades dejan de serlo a un
clic de distancia. El pumb up es
anuncio del conformismo generalizado.
Si el pensamiento expresado por algún
amigo es muy extenso o complicado el lenguaje en el cual ha sido vertido se
deja de lado. Vamos a la inmediatez del mensaje automático. No critico a nadie,
solo dejo constancia de cuan solos nos estamos quedando en esta inmensidad.
Cuan solos nos vemos cuando, en lugares públicos, hay decenas de personas
esgrimiendo sus aparatos, inmersos en el whachateo frenético en un lenguaje de
incomunicación con el que se dice que no se dice nada. Con los auriculares a
toda mecha.
Dicen, los que saben, que en Panamá que
hay dos aparatos por cada habitante. A ¿qué estamos conectados? Si morimos en
“soledad bajo cero”.
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