viernes, 30 de abril de 2010

QUIEN ES EL QUE PREGUNTA


Preguntar debería ser la primera respuesta en cualquier circunstancia que confrontemos.
La pregunta, esa cifra abismo, sima, horizonte que se nos ofrece entre las fronteras de los signos de interrogación
es una herramienta olvidada en la caja de herramientas de la comunicación.

A lo largo de la vida nos hacemos preguntas. Algunas son hijas del estado de ánimo; las decepciones,
los asaltos intermitentes de la fe, el fracaso. La mayoría surgen de la duda suripanta, que se cuela entre
lo cotidiano y el sueño. Las preguntas ahí están pero no sabemos formularlas.

De hecho "habemos" mucha gente que no hace preguntas. Mas, el panameño no hace preguntas, no indaga los hechos,
no profundiza en los dichos ni en los discursos, no se fija en la manzana, la dorada pildora que se le ofrece
no se atreve a interrogar, ni siquiera en aquello que le afecta como ciudadano o como ser humano.

De niños una de las principales fuente de conocimiento es la pregunta: ¿Qué es? Nos apropiamos del mundo a través
de la pregunta, el lenguaje, el nombre de las cosas lo vamos adquiriendo con este ejercicio. El ¿Por qué? es el otro rosario
con el que seguramente atormentamos a nuestros padres, simplemente porque la curiosidad es la madre del conocimiento.
Algunas veces los viejos no sabían las respuestas, entonces las inventaban. He aquí el lado creativo que se genera desde
la pregunta.

La abulia congela el mecanismo de pensar. Existe un mucho de "poco me importa" para esta actitud
y un poco de ignorancia para muchos temas que se nos ofrecen a veces con alevosa intención, me atrevo a afirmar,
de parte de aquellos llamados a orientar a la comunidad desde los medios.

Einstein dejó para la posteridad una pregunta que cada vez que la encuentro me espeluzna. Es un poco hermana, hermanastra
de la recurrida y mal entendida sentencia de Sócrates "Solo sé que nada sé". ¿Que sabe el pez del agua donde nada toda su vida?
La respuesta la tendrá cada quien. O ¿será el pez el que deba responder desde sus asombrados ojos?

Juego a parafrasear ¿Qué sabe el hombre del universo, del mundo, la ciudad, donde vive toda su vida?
Los payasos acudirán a Sócrates para salvar su responsabilidad, los doctos harán elucubraciones metafísicas, los sencillos sentirán que algo les hace falta.

Los reclamos frecuentes, generalmente hechos por aquellos que no preguntan, llegan en forma más bien de imprecación: Y ¡¿quién se ha creido este tal por cual?!

Los libros, la lectura es el conocimiento, el agua donde nada el pez. Decidir ¿cuánto quiero saber? ¿hasta dónde quisiera llegar? es tarea personal.
Mientras tanto contamos con el qué, quién, cuándo, cómo, dónde y el por qué para desentrañar la razón y la duda.

Preguntar es parte de un instinto de supervivencia que ha ido desapareciendo. ¿Por qué? Sabrá Dios.

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